De la farsa doméstica

Kilkarrak presentó cuatro farsas reunidas bajo el nombre de "Jonjolí: un viaje con los cómicos de antaño". Dirección: Pedro Echávarri. Casa de Cultura de Cizur Mayor. Viernes 22, a las 22 horas. Media entrada. (Fuente: Diario de Navarra)

Doce espectáculos contemplan ya a los estelleses de Kilkarrak y docena fue también la presencia de actores para contar, narrar y representar cuatro farsas al estilo de la abuela, un cuarteto de piezas que ya ni se escriben, ni se imaginan, pero que de cuando en cuando se representan.

La farsa, de por sí, proyecta un género menor, creado desde el pueblo ajustado a su medida, a los cánones de la época. En este sentido son obras de carácter eminentemente popular, escritas para el pasatiempo. Su estructura es sencilla y triangular: una breve exposición, el punto de clímax y el rápido desenlace en el que no se olvida la moralina.

El viaje con los cómicos reúne, en efecto, todas estas cosas. La representación, por otra parte, se inició a modo de pregón, con música en vivo, táctica habitual para el reclamo de público con objeto de llenar la plaza del pueblo o los históricos patios. A partir de aquí, Kilkarrak escenificó cuatro piezas breves en las que predomina el enredo y se busca una argucia para el escarmiento. Las tramas no son demasiado rebuscadas: historia de pícaros en "El pastel y la tarta", el marido domesticado en "La tina", la mujer abnegada en "El zapatero cantarín" y, en "El calderero", la equidad en el orgullo de un matrimonio.

Sin más abalorios que un oscuro telón, que hacía las funciones de foro y camerino, la compañçia dio buena cuenta de estas obritas de escasa ambición, acogidas amablemente por el público que las presenció y que aparecen publicadas en el libro "Maese Phatelin y otras farsas" (Ed. Cátedra). La brevedad de los textos, ninguno especialmente descollante, disuelve cualquier crítica global, aunque digno es de mencionar la dicción y los recursos para ganarse y cubrir los espacios de que hicieron gala los actores. Pero, por eso mismo, es más criticable la escasa autoexigencia del grupo, al optar por una puesta en escena pobretona y una obra "escolar", cuando por trayectoria y nombre aspira a codearse en programaciones junto a elencos vocacionalmente profesionales.

La dirección se tomó la licencia de modificar el texto para dotarlos de más accesibilidad. SI esto, incluso, pasó inadvertido en el libreto, fue demasiado acusado en la tercera farsa, cuando el zapatero cantó con música de tina. Una concesión histriónica muy discutible.

Del elenco destacó Jesús Castejón, al que su edad y físico ayudaron para recrear los papeles de pastelero y zapatero de forma creíble. Natalia Lisarri, esposa dominante, también contó con un papel adecuado para el lucimiento.

A.G.

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